El ruido está muy de moda
En casi todos los lugares que visito, la mayoría de personas escuchan música a un volumen muy alto. También gritan para poderse comunicar.
Primero pensé que era mi imaginación. Que a lo mejor ya la edad me estaba afectando. Que soy menos tolerante que antes.
No es así. Es que, en verdad, el nivel de volumen sí es muy alto. Me dí cuenta porque aún usando audífonos aislantes de ruido externo, sigo escuchando la música.
En algún momento las personas se fueron acostumbrando a ese nivel tan alto en sus audífonos, celulares, bocinas y reproductores de música.
También se acostumbraron a gritar en lugar de hablar.
No lo ven como algo malo, los raros somos las personas como yo.
«Si no soportas el ruido, vete a un bosque solitario», te dirían.
Ya es muy difícil, por ejemplo, ir a un café y poder concentrarte para leer.
Con ese nivel de volumen y ruido, se vuelve muy duro.
De por sí, no somos muchos los que amamos leer, y nuestra lista de lugares públicos para hacerlo, va disminuyendo cada día.
Hace unos días, estaba desayunando en un restaurante con mi mamá, y me dijo: «Estoy escuchando todo lo que dice ese señor», y señaló hacia una mesa que estaba a unos 5 metros de nosotros.
Ellos gritan. Hablar ya no está «de moda».
Ahora la cultura es: «Atiéndanme, escúchenme, los demás no me importan».
Es la cultura de los extrovertidos ególatras. Hablando mucho.
Prácticamente gritando, pero diciendo poco, o casi nada que valga la pena ser escuchado.
Los introvertidos lo soportamos, no queda de otra.
Sabemos que algún día alguien tendrá la paciencia de escucharnos, y valdrá la pena la espera.
También valdrá la pena encontrar a una persona que tenga cosas muy interesantes que decir, sin tener que gritar.
Yo amo la música, pero sé que un volumen tan alto puede ser muy perjudicial para los oídos.
Gritar todo el tiempo al comunicarse, puede dañar terriblemente la garganta.
No creo que esa tendencia vaya a disminuir. Menos en una ciudad como la mía, una de las más pobladas del mundo.
Lo único que queda, es tener la certeza de que en nuestro interior sí puede haber un silencio relajante. Un refugio.
Si sientes que la marea de ese estruendo citadino te empieza a ahogar, recuerda que siempre puedes regresar a la calma de la laguna pacífica que existe en el interior de cada uno de nosotros.
Y que muchas veces (justamente por todo ese ruido externo), tanto nos cuesta recordar, apreciar y regresar a ella.
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