Blog de Diego Peralta

La nada en mi blog

Este es un relato en el que reflexiono sobre la nada, la viralidad y demás cosas blogueras. Espero que sea de tu agrado.


La nada en mi blog

Tenía 37 años. Llegó cansado a casa, pero luego de cenar pan y un té con cafeína, prendió la computadora para escribir en su blog. Venía haciéndolo desde hacía casi 20 años, tenía práctica.

El tema (ya lo tenía en la mente) era «la nada». Hacía falta escribirlo y publicarlo, así que empezó con dos párrafos. El primero bastante sólido, con un buen «gancho». El segundo le pareció un poco mierdero, pero igual lo conservó.

A partir del tercer párrafo, empezó a fluir la inspiración. Escogía una palabra al lado de otra como un artista. Todo embonaba a la perfección, tuvo la sensación de que jamás había estado tan inspirado como bloguero, ni como ser humano.

Plasmó en esa entrada lo que él entendía, lo que él sentía como «la nada». Y lo hizo muy bien. Tatuó en esa entrada su sentir, o su ausencia de sentir. Nada qué corregir, punto final. Inmediatamente le dio clic en «Publicar».

Mientras dormía, algún seguidor leyó su entrada. A partir del tercer párrafo, tuvo una sensación de mareo. Apartó su vista de la pantalla, parpadeó a propósito un par de veces y volvió al texto. Lo mismo.

No pudo leerlo, era muy extraño. Daba la sensación de que estaba borroso, pero si quitaba la vista de la pantalla, veía perfectamente a su alrededor. En esos párrafos no había ausencia de color, o un color en especial, sólo no podía leerse.

Extrañado, compartió la entrada con sus seguidores: «Esta vez se excedieron con este blog, el tipo lo escribió drogado o algo así».

Otra seguidora (en otro continente) percibió lo mismo, pero ella fue más inteligente. Utilizó las herramientas de desarrollador del navegador, para ver el código fuente del blog en cuestión. En la sección donde debían estar esos párrafos, vio caracteres que jamás en su vida había visto.

¿Qué carajo era eso? Recordó a su amigo ingeniero y hacker, le explicó la situación. El amigo le dijo que no era otro idioma, no eran caracteres ascii, ni utf-8, ni sus variantes, tampoco ningún tipo de encriptación conocido. Preguntaría en la deepweb al respecto.

La chica lo compartió, el hacker lo compartió. Se copió y replicó ilegalmente hasta el cansancio en distintos sitios web.

Algunas personas con deficiencia visual reprodujeron el texto en audio, y tuvieron exactamente la misma sensación al escuchar un profundo silencio o sonidos inceíbles que jamás habían escuchado. Nunca se pusieron de acuerdo.

Al despertar, el bloguero tenía saturado su correo electrónico con personas que querían entrevistarlo. Saber más sobre él. Él no entendía nada. Respondió correos, llamadas, salió en podcasts y en videoblogs. En una semana apareció en televisión. Desde ahí su vida se convirtió en un caos.

Un día llegaron unos agentes, le confiscaron su computadora, investigaron en qué servicio de hosting estaba alojado su blog y desmantelaron la empresa. Se apropiaron de todos los servidores y se pusieron a investigar.

Lo hicieron viajar a Estados Unidos, lo entrevistaron militares y agentes usando detectores de mentiras. Le hicieron pruebas de ADN, orina, sangre y saliva. Le hicieron un encefalograma y resonancia magnética. Gracias a que su abogado logró acaparar la atención de Derechos Humanos, lo dejaron en paz y lo devolvieron a su país.

¿Qué arrojó toda esa investigación? Lo mismo que respondió en miles de entrevistas en textos, audios y videos: Escribió una entrada en su blog, plasmando en ella sus ideas sobre «la nada». No sabía que causaría tanto revuelo. Pedía disculpas por no saber explicar por qué el resultado había sido «algo inusitado». Tampoco sabía cómo replicarlo.

Se convirtió en verdera celebridad mundial, en ese año tuvo la fortuna de conocer otros países del mundo. Ganó algo de dinero. Tuvo más sexo que nunca en su vida.

Luego internet lo olvidó, era de esperarse. Por un lado, extrañaba bloguear y ya se había cansado de su condición estúpida de «famoso».

Abrió un blog nuevo y siguió con su vida. Jamás pudo replicar otra entrada tan viral como la que había escrito. Incluso fue perdiendo muchos seguidores. No le afectó en lo absoluto.

Los agentes no descubrieron nada. No había ninguna conclusión en el caso. Se fue perdiendo el interés, dejaron de destinar recursos a la investigación y el caso quedó archivado.

Años después llegó una reportera a su casa, le dijo que estaba obsesionada con su caso. Quería entrevistarlo. Después de la entrevista, la despidió con amabilidad y cerró la puerta.

Al redactar el artículo, la reportera había plasmado en él una sensación de estar en todas partes, de «omnipresencia», quería decirlo todo sobre el caso. Y lo hizo muy bien.

Fue otro espectáculo. Lectores de todo el mundo dijeron sentirse «completos» cuando lo intentaban leer (tampoco podía leerse). En el código fuente del artículo publicado, también habían caracteres de texto similares y extravagantes, aunque sin un patrón claro, a los de la ya famosa entrada (ahora antigua) del bloguero.

«Pobre reportera», pensó. «Ahora no la dejarán en paz». Llamó al abogado que logró salvarlo y le pidió que interviniera en su ayuda.

Tanto el artículo del bloguero como el de la reportera, han sido minuciosamente estudiados por supercomputadoras, científicos, escritores, filósofos, tecnólogos e inteligencias artificiales en varios países del mundo, durante años. Jamás han encontrado qué los hace tan especiales. Ningún patrón, nada.

Sólo se hicieron virales, luego fueron olvidados. Aún viven por ahí, perdidos en la web. Podrías encontrártelos en algún blog. Si lo haces, no intentes darles explicaciones, sólo inspírate con su contenido. Luego continúa navegando sin más. Créeme, no son las únicas joyas de internet.


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